lunes, 9 de marzo de 2015

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Un día en una isla conocí a un chaval de unos 15 años, fumando en la puerta de un centro comercial. Bajo el solazo caribeño me contó que, igual que yo había ido hasta allí, él se iba también de viaje, a Canadá, a talar árboles al bosque. Por instinto, lo primero fue preocuparme por si tenía abrigo. Se lo daban, me dijo. Los pies. No, también le daban botas. Le hablé de Michael Ondaatje y de In the skin of a lion. Eso no se lo daban. No leo mucho, me dijo. Le hablé de un hombre en los Diarios de Susanna Moodie, de Margaret Atwood, que volvía de los bosques a su casa convertido en hombre lobo, en hombre bestia. No le asustaba el bosque; le gustaba hablar de aquellos inmigrantes que habían ido a trabajar a Canadá antes que él. Aquel chaval se había cansado de su isla y estaba decidido. Lo miré a los ojos y entonces me acordé de un autor de su misma isla, que escribió la historia de Joebell y de su viaje a América. Joebell find that he seeing too much hell in Trinidad so he make up his mind to leave and go away... 
Siempre que leo a Margaret Atwood me acuerdo de este chaval y me pregunto si tendrá unas buenas botas allá en el bosque. 


They carry their carpetbags and trunks
with clothes, dishes, the family pictures;
they think they will make an order
like the old one, sow miniature orchards,
carve children and flocks out of wood

From "The Immigrants", 
in The Journals of Susanna Moodie
by Margaret Atwood