Me gusta este artículo que cuenta la historia de cómo llegó a destaparse el fraude de Volkswagen. Se remonta al momento en el que Francisco Posada salió de su Colombia natal para hacer un doctorado, entró a formar parte de la plantilla del Consejo Internacional de Transporte Limpio, buscó vehículos diésel poniendo un anuncio en el periódico y pilló a la marca alemana en bragas. Bueno, en traje. El traje de Michael Horn, jefe de Volkswagen en USA, que salió cual Lance Armstrong a decir que We totally screwed up y que pagarán lo que tengan que pagar.
El artículo se regodea un poco en lo fortuito de esta inspección sorpresa y termina con las sabias palabras de Kerouak (!) para ponerle una guinda norteamericana al pastel: "independientemente de cómo se viaje, .... uno siempre acaba aprendiendo algo". El periodista añade: "el aprendizaje que Kerouak encontraba en todo viaje se trasladó de los ingenieros que pisaban el acelerador a los que lo fabricaron. Volskwagen aprendió que todo fraude tiene un coste, y evitó la tentación de negarlo. Una lección que ya le ha costado miles de millones."
Me gusta este artículo-narración con cita literaria y moraleja final. Pero me he quedado un poco a medias. El otro día iba en coche de Donosti a Bilbao y me dicen: Mira, el que va delante es uno de los trucados. Y yo: Ah, pero siguen circulando? Que se celebre con risas mi ingenuidad no es nada nuevo. Una vez más tuve que explicar que no es que a mí me caracterice la ingenuidad, sino que es al mundo al que le caracteriza la ceguera más absoluta. No seré Kerouak, pero en ese viaje de Donosti a Bilbo espero que algo quedara porque lo lógico sería que alguien en algún puesto de responsabilidad gubernamental decidiera retirar estos vehículos de la circulación. Coño.
Screw YOU!