sábado, 7 de marzo de 2015

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Al salir de la casa en la que crecí me ha venido el mismo olor del atardecer de cuando era (más) joven y quedaba para salir. Con la idea tonta de apresarlo, he intentado identificar a qué olía. Olía a tierra. En el tramo del portal a la parada del bus, como si cruzara un túnel del tiempo, ese olor ha perdido su poder y se ha convertido en el olor de la tierra hoy, y nada más.
Luego, en el mar oscuro he buscado la isla, pero sólo se veía la luz intermitente del faro desierto.