domingo, 8 de marzo de 2015

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En teoría la niñez define todo lo que viene después como una sopa primigenia contiene el germen del futuro. Pero no todo es germen. Cuando llevas tiempo lejos de casa, al volver siempre hay una parte (cada vez más extensa) que no encuentras en la sopa original de tu ciudad. Toda la vida viviendo aquí y allá, no como visitante sino como local y resulta que al final donde llegas como turista es a tu propio pueblo. Al hecho inevitable de que ya nunca estás en los días de diario, se suma una especie de parálisis del tiempo: tu yo de adolescencia y juventud te espera en la estación al llegar.
Hoy he cruzado la ciudad hasta el barrio donde nací y he parado frente a un escaparate. Ahí estaba, junto a otros libros, Mary MacLane. Dentro había un concierto de folk tranquilo, gente sentada, de pie, niños, libros, y me he quedado en un rincón escuchando, imaginando que hoy era un día de labor, que había salido de trabajar y que estaba esperando a alguien antes de volver a mi piso frente a la playa de gros (imaginar es gratis). En esa librería me ha parecido que la ciudad y yo volvíamos a ir a la par. 
Luego he caminado hasta el puente y al cruzar el río olía a mar y a pez. 

Era la librería Garoa Kultur Lab